Se me enseñó que la ropa sucia se lava en casa, que debía estar sujeta a mi marido, pareja, que era yo quien construía el hogar, criaba a los hijos y, en partes es verdad, por cuanto que la habilidad de una mujer para organizar, cuidar, proteger y direccionar son realmente poderosas. Somos más fuertes, decididas, creativas, arriesgadas, más espirituales, de enfoque sabio, entre otras virtudes que una mujer posee y quizá muchas aún no lo advierten.
Fuí una mujer no muy sumisa, de espíritu un poco fuerte, con sueños y ambiciones, enfocada en un proyecto de vida, me caractericé por ser no predecible, vale decir, un día era la que tomaba decisiones, era fuerte, quien direccionaba, la que más duro hablaba, la "mandona" decía mis hijos y hermanos, pero al mismo tiempo, de acuerdo a las circunstancias y a las personas era sumisa, trataba no agrandar problemas, buscaba suavizar siempre las dificultades y evitar, postura en la intimidad de mi hogar, del cuarto de pareja.
Nací en una familia pobre, la comida era escasa, la mayor luego debía trabajar para la consecución de alimentos para una familia de 7 y demás que pasaban "vacaciones" o visitas de días, tiempo en el cual no eran 7 los alimentados sino quizá 10, en una ocasión conté mal entre 13 a 15 personas que pedía albergue en la casa de mi padre cuando no tenían dinero (cuando tenían dinero se hospedaban en residencias y comían en restaurantes). Pues bien, siendo la mayor y única mujer, debía laborar como vendedora ambulante desde muy niña, embueltos gritaba, buñuelos, avena; ya de 14 años mi voz se extendía a lo largo y ancho de las vías de un pueblo olvidado por el Estado y con presencia guerrillera, leeecheeee, leecheeee, leecheee; oìa al otro lado de alguna calle otro vendedor de leche que gritaba " no le compren leche, esa està rebajada, es agua leche..." burlándose de mi y la respuesta obvio no se hacia esperar. Crecí en un ambiente hostil, fuerte, duro, al estilo hombre de campo, de tal suerte que me apodaban "marimacho" por cuanto que era ruda, alzaba cargas muy pesadas y mi actuar era bastante tosco, mi apariencia era ruda, fuerte, pero debajo de su piel morena por las caricias del sol, un cabello maltratado, unos pies anchos con uñas desarregladas y con una capa gruesa de cayo que impedía las piedras y púas me lastimaran, había una jovencita con sueños, con aspiraciones, con ilusiones, con anhelos de estudiar y superarse, una jovencita que le tenía miedo a un gusano de guayaba, que lloraba si otro lloraba, que reía y sentía pena al reir y que se sumía en un dolor profundo por cuanto que su progenitora desde siempre había expresado su rechazo desde su concepción. Mi madre, manifestó siempre su rechazo porque era mujer y según porque yo era la causante de tener que casarse con un hombre que no amaba, luego, la tortura y rechazo, el maltrato y la vivencia bajo el techo de la casa conllevó a incluso querer morir.
Pues bien, con todo, aprendí a guardar lo que sucedía y reía mientras podía, comoquiera que mi trabajo tenía que ser en las calles, siempre lo hacía con una amplia sonrisa y, quizá era allí donde era feliz en ese momento, no sentía miedo a que mi madre me diera un golpe o, me diera un planazo ( golpe con una macheta) o me lanzara un ladrillo, o me diera un puñetazo, etc, quizá era allí en medio del trabajo callejero en que mi mente divagaba y era feliz, por tal mi risa se oía a distancia, luego quien me conocía veía a una jovencita feliz, siendo la realidad diferente. Aprendí entonces que la procesión se lleva por dentro, no se ventila, no se dice nada, es así que años después cuando estaba en el rol de esposa, madre, etc, seguía tal patrón de vida. A los 23 años conocí a un hombre 22 años mayor que yo, él se propuso conquistarme, una tía me aconsejó en que debía darle una oportunidad además que era un señor con una buena posición económica, a lo que accedí a sus pretensiones y un año después convivía con él.
Durante el tiempo de convivencia, surgieron muchas cosas que tejieron un camino que conllevaban a un final peligroso, sin embargo, a pesar de lo que vivía creía tener el control de todo, era yo quien podía darle cualquier giro a las circunstancias y encauzaba todo al ritmo que deseaba, pero no es así, si Usted está viviendo algún momento que dentro de sí, en lo profundo del corazón hay un pálpito que te dice que algo anda mal, que duermes con el enemigo y que te hace pensar en la mortalidad, en el peligro que pueden correr tus hijos, presta mucha atención, por cuanto que mi experiencia me deja la lesión del instinto de sobrevivencia ( yo se lo atribuyo a Dios), hablando a mi ser interior ( yo le llamo espíritu y alma) de la exposición a un peligro dentro de casa, por ratos veía a mi pareja del entonces con una mirada fria, percibía un sentir de enojo y rencor en mí contra ( fue gradualmente aumentando), percibía que me juzgaba por no cumplir ciertos estándares en su vida, por ejm, por haberme sacado de la pobreza, por compararme con su ex- esposa y decir, que ella sí era una mujer de un solo hombre ( tenía una hija cuando él me conoció) y, sentía de su parte un doble sentir, me quería (era joven y bueno, gozaba de una belleza acorde a mi juventud), además de esforzarme por buscar su amor, el peor error que puede cometer, hacer esfuerzos para igualar a una ex, procurar conquistarlo con detalles, cosas, comidas, etc., el amor genuino no se conquista, ese se da y opera por una decisión.
Pues bien mujeres y caballeros ( pasa a cualquiera de los dos géneros), ese sexto sentido que me permitía ver un peligro a mi humanidad y que yo callaba y creìa tener todo bajo control, se materializó un domingo de un diciembre alrededor de las 3 pm., la persona a quien le habìa dado mi juventud, un amor incluso protector, un amor hasta enfermizo ( al punto de hacer todo por agradarle y buscar parecerme a personas que él consideraba debía hacerlo), esa persona que era el eje de mi vida, y era mi vida entera quizo arrancarme la vida sin importarle nada ni nadie y, aclaro (pues es fácil buscar una justificación para cada acto de violencia, yo lo hacía hasta que me tocó), no fue porque me pillara con el mozo como algunos lo dijeron, no fue porque le maltrababa como otros aseveraron, ni porque le robara, ni porque hice algo para merecerlo y; de haberlo hecho, la salida es culminar una relación, no maltratando. Cierro diciendo. Un cuchillo en el cuello en las manos de una persona que ni ante los ruegos, ni ante la inminente presencia de sus hijos, ni ante las lágrimas de una mujer no se mueve, es la demostración de rencor confundido con amor de una persona que nunca tuvo la intención de amar, sino de usufructuar de alguien beneficios (compañía, sexo, juventud, el manejo de una casa, el cuidado de los hijos, etc) y por la misma práctica se hicieron fuertes tornándose en lazos de costumbre y de dependencia al punto de ver la muerte como la solución para ser libre de éstos.
Es por ello, hay que estar atentos, hay que buscar tener una relación productiva con Dios (Él me salvó) y, ahorrar, ahorrar lo máximo, pues cuando algo así pasa, quedas sola o solo y, si hay hijos menores el caos es peor, conllevando incluso a doblegar nuestra dignidad y el sentir de protección por no hallar las condiciones económicas, de protección por parte de un estado gendarme, una familia que en lealtad de la persona victimaria o, por sus recursos económicos deficientes, no pueden contribuir y el resultado es la soledad, el desespero, la angustia, los pensamientos saturados y la presión de todos lados que en muchas ocasiones obligan a volver al sitio de donde se salió.
En el próximo capítulo, detallaré las circunstancias de modo y lugar de mi vida y experiencia.
Ten ànimo, ten fuerza, ten valor, ten fe y actúa con sabiduría en Dios, todo lo malo procederá siempre para bien.
Aída.
